Mi esposo me lleva a un strippclub

Mi esposo me lleva a un strippclub

Mi ex y yo siempre fuimos sexualmente abiertos. Nos conocimos muy jóvenes y lo que más me atrajo de él desde el primer día fue cómo me hizo sentir cómodo en mi propia piel. No tenía que explicarle por qué algo me excitaba.

Nuestras conversaciones podían extenderse tanto que nos íbamos a dormir hasta la 1 de la madrugada todos los días, para luego levantarnos a las 7 para ir a trabajar. ¡Valió la pena al 100%! Nos conocimos tan bien que ya no tenía que decirle qué quería o qué me gustaría experimentar. Y desde su perspectiva, ¡siempre quería verme excitado y disfrutando!

Un día, me dice: "Quiero llevarte hoy a un lugar diferente". Con esta frase, mi cabeza comenzó a dar vueltas. Ya sabía que iba a experimentar algo nuevo y empecé a sudar. Llegamos a un bar alrededor de las 12 de la noche. Había mucha gente y lo primero que llamó mi atención fue el tipo de hombres, "osos". Mi cuerpo se llenó de adrenalina de inmediato y me sentí como si estuviera borracho, sin sentir los brazos o los pies, estaba flotando.

Comenzamos a abrirnos paso entre la multitud, pidiendo permiso a un hombre musculoso, con mucha timidez y tanto miedo de tocarlo porque no me escuchaba. Con las yemas de los dedos toqué su hombro y me acerqué a su oído: "permiso". El hombre se volteó, me miró a los ojos y se apartó, pecho peludo, pequeña panza, ¡sexy!

De repente, cambió el ritmo de la música y en la larga barra apareció un stripper en calzoncillos. Musculoso, aceitado, bailando con un bulto impresionante entre las piernas. Se notaba su erección de inmediato.

Mi pareja me llevó de la mano a la barra alta y me abrazó desde atrás. Con un gesto, llamó al stripper y le metió un billete en la bota. El stripper se agachó y mi pareja le dijo: "atiéndelo".

El stripper me miró y me sonrió con picardía, se levantó, se quitó el calzoncillo y se agachó, abriendo las rodillas para que su pene quedara frente a mi cara. Me agarró de la nuca y se acercó a mi oído, susurrando: "agárralo". Instantáneamente, me embriagué de adrenalina y empecé a temblar. Agarré su pene grande y venoso, mientras mi pareja, suavemente desde atrás, empujaba mi cabeza hacia el pene del stripper y me decía: "pruébalo". Sin pensarlo ni un segundo más, abrí la boca y la llené con su pene, mientras él agarraba la botella de cerveza que yo tenía en la mano y se llenaba la boca con ella. Me agarró firmemente el cabello por detrás y me tiró de la cabeza hacia atrás, con el dedo gordo de la otra mano me abrió la boca, se acercó y me llenó la boca con cerveza desde la suya.

Un poco de cerveza me goteó en la mejilla, mi pareja lo notó, volteó mi cabeza y me limpió con su lengua. En ese momento, el stripper se levantó y me guiñó un ojo.

Las miradas que sentía a mi alrededor me excitaban pero al mismo tiempo me daban vergüenza. Hasta la fecha, después de 20 años, recuerdo cada fragmento de sentimiento. El erotismo que experimenté en ese momento me hizo entender que el morbo y la insinuación me excitaban más que el acto final. Desde entonces, comencé a disfrutar mucho más de cada sentido: olor, sabor, visual, tacto y audio.

 

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1 comentario

Que excitante esa historia…..me encantó…..

Larry

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